Es una sensación parecida a la que se experimenta cuando uno viaja en avión, atraviesa el cielo encapotado y, de pronto, el sol emerge por encima de un mar inabarcable de nubes.
La luz se vuelve nítida, el horizonte se ensancha y parece no tener límite.
La mirada se pierde en el infinito y la mente se contagia de esa amplitud.
Adiós a esa visión constreñida que teníamos del mundo. Vivíamos bajo un falso techo y ahora nos damos cuenta.
Volábamos con el piloto automático: nunca creímos que existiera vida más allá de los nubarrones.
Quiero pensar que todos los seres humanos pasamos un día u otro por ese giro en la percepción de las cosas, y que la estrechez de miras y la rigidez mental no son sino fruto de una autoridad impuesta.
El cambio social no será posible si antes no se produce una transformación personal. Y para alcanzar ese punto hay que escalar una cima.
Abrir el objetivo. Ganar perspectiva.
Contemplar la vida en toda su anchura.
Buen Martes a tod@s;)))
Silvia Pérez Olmos
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