AGUA PARA ELEFANTES
Si no conocéis esta película espero que al menos, os gusten o no mis palabras, os acequeis a ella y le dediquéis un rato. Especialmente si os gustan las historias que hablan de vida, si creéis en las personas o si tenéis sueños de cuando erais pequeños o simplemente si os gusta el mundo del circo.
Esta película me ha recordado a la vida, a la propia existencia. Voy a intentaros contar lo mínimo de ella para dejaros con la miel en los labios, porque cualquier cosa que pueda decir estaría muy lejos de hacerle justicia.
Nuestro personaje principal tiene la vida resuelta o eso piesa él, cuando de pronto todo lo que le sustentaba se desmorona y tiene que empezar de nuevo. Para ello coge un tren, un tren de los muchos que pasan.
Y en ese tren y en ese viaje aprende lo que es el amor, lo que es la locura, lo que es la ira, lo que es el miedo. Es un salto sin paracaídas a un mundo del que no conoce nada, pero al que parece estar destinado y al que amará, por esto que tienen las casualidades, el resto de su vida.
Una vida narrada desde el recuerdo, desde el prisma del que está orgulloso de lo que ha vivido, porque no hay mejor condena que la felicidad. Es el agua, o mejor dicho saber qué agua necesita una elefanta la que termina salvando su destino; el mismo destino que fue puesto en jaque cuando al principio de la película su mundo se cae en mil pedazos.
Vosotros os podéis quedar con lo que queráis, de hecho si algo bueno tiene la película es que cada uno puede hacerla suya, entera o por trozos. Personalmente, me quedo con la verdad universal de que si hay algo que nos puede dar o marcar el camino que queremos son los demás, incluida una elefanta; es la paciencia y el esfuerzo que le dediquemos a las personas que nos rodean lo que nos traerá lo mejor de ellos a nuestra vida.
Es una película que nos ofrece lo que promete desde el principio, sin engaños. Nos lleva a la Gran Depresión con toda su crudeza. No esconde la necesidad, a pesar de que por momentos el encasillamiento de los personajes impide que nos identifiquemos con ellos.
Quizá este sea su punto más débil, no hay debilidad en las almas que nos muestra y la historia no deja ni por un instante de ser un cuento. Precioso, pero un cuento.
En cuanto a los personajes, destacar el esfuerzo que han hecho los guionistas para dar coherencia al malvado director de circo (Christoph Watz). Sus circunstancias hacen que entendamos su comportamiento, que nos creamos su maldad porque tiene una razón aunque no la compartamos, las contradicciones de su amor cuando lo siente pero sabe que no es compartido y que hace tiempo que lo perdió.
En el apartado técnico, lo mejor es la fotografía, sencillamente genial. Un tapete sobre el que prácticamente cualquier cosa queda bien. Es fundamental en la película, ya que realmente consigue introducirnos en un circo de verdad, con las necesidades y las inquietudes de la época.
Una época en la que el circo era de adultos y no de niños, un tiempo en que las personas mayores buscaban la fascinación y el resquicio hacia la esperanza debajo de una carpa.
Creo que aunque sólo sea por ese aire de nostalgia, de nuestros antepasados o de cuando fuimos niños, esta película te encantará.
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