Nombrar y conocer El silencio oculta lo que es difícil de nombrar. Tiene la connotación de la emoción que esconde. Los hay agresivos, como los que disfrazan la rabia o el odio, y afectuosos, pues esperan al otro, lo escuchan y quieren oír lo que tiene que decir. No solo las palabras nos ayudan a comunicarnos, estar callado también lo hace. Lo que decimos nombra lo que sentimos, controla y limita nuestros sentimientos y se pronuncia sobre un fondo de silencio necesario que, paradójicamente, desde el principio de nuestra vida está lleno de sonido como el corazón de nuestra madre o las voces de quienes nos rodean.
Todos los silencios hablan y sería bueno escucharlos. Algunos muestran una dificultad de poner palabras a lo que se siente o a las ideas que se tienen en relación al otro. ¿Qué sientes cuando se hace un silencio si estás hablando con alguien? ¿Te molesta? ¿Qué te pasa cuando alguien que tú desearías que te hable no lo hace? Esas pausas tienen el valor del sentimiento que las habita. Se puede callar para no dañar a un ser querido, para buscar las palabras que más le alivien. Pero también nos podemos negar a hablar por rencor, para mostrar que no queremos compartir nada con él, ni siquiera una palabra. O también para desconcertar a nuestro interlocutor porque de ese modo ignora lo que pensamos y, ante nuestro silencio, se vuelve impotente.
Con todo, el peor de los silencios es el interior, que provoca sentimiento de vacío y desazón, y se produce porque lo que se siente se reprime. En ese momento, para no sentirnos invadidos por ideas y afectos negativos, que bajarían la autoestima, silenciamos la mente y sentimos el mundo interno deshabitado de vivencias que pondrían sonido a nuestra vida.
Silencios para reflexionar, necesarios para mirar hacia
nuestro mundo interno, para cuidarnos y protegernos.
Agresivos: aquellos que se producen para guardar la rabia
que se siente hacía otro.
Amorosos: provocados por las ganas de escuchar al otro y
hacerle protagonista de lo que dice.
Silencio de acontecimientos emocionales que han causado
dolor, ya sean reales o imaginados.
Secretos familiares sobre sucesos que resultan vergonzosos.
El silencio acerca de ellos suele enfermar a algún miembro de la familia. En una
psicoterapia se pone palabras a los sucesos y fantasías que, si bien están
reprimidos, provocan desde el inconsciente síntomas que hacen de sufrir.
Las palabras, pulsión de muerte Se llama así a
la tendencia que busca la reducción completa de los conflictos
inherentes a la vida. Las personas que la padecen buscan la anulación
de estas pulsiones y para ello se ponen en riesgo, dirigiéndolas primero hacia
ellas mismas y, más tarde, hacia el exterior, en forma de sadismo o agresión.
Los motivos que llevaron a Freud a desarrollar esta teoría que opera
desde le silencio fueron:
La importancia que iban adquiriendo en la experiencia clínica aspectos como la agresividad, el sadismo y el masoquismo.
La constatación de la existencia de lo que englobó bajo el nombre de "compulsión a la repetición". Esto significa que en algunas personas existe una compulsión a repetir lo que les hace daño tanto a ellos como a los demás. En muchas vidas vemos cómo se manifiesta esta tendencia a la destrucción. En realidad, todos somos capaces de dañar a otros o de lesionarnos a nosotros mismos.
La importancia que iban adquiriendo en la experiencia clínica aspectos como la agresividad, el sadismo y el masoquismo.
La constatación de la existencia de lo que englobó bajo el nombre de "compulsión a la repetición". Esto significa que en algunas personas existe una compulsión a repetir lo que les hace daño tanto a ellos como a los demás. En muchas vidas vemos cómo se manifiesta esta tendencia a la destrucción. En realidad, todos somos capaces de dañar a otros o de lesionarnos a nosotros mismos.
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