Hay quien dice que la felicidad no existe, que es un imposible, que los hay que tienen de todo y son infelices... Por contra, hay quien piensa que con poco se siente feliz, que la felicidad en sí misma es un mero instante... Sea como fuere, lo cierto es que el ideal de felicidad es percibido de manera distinta por hombres y mujeres.
Para ellos, la felicidad está asociada directamente al éxito profesional. Sin embargo, las mujeres se sienten felices cuando encuentran en todas las parcelas de su vida profesional, familiar, de ocio... un equilibrio.
Según Silvia Escribano, socia y directora de Isavia Consultores, asegura que la felicidad es una sensación placentera y silenciosa. «Las personas tienden a asociar la felicidad con la risa, y no es así. Una mera sonrisa, un gesto amable, el brillo de los ojos delatan mayor felicidad que una carcajada».
Por su experiencia de 14 años como coach apunta que indiscutiblemente «somos más felices de lo que creemos». Explica que en los últimos años, sucesos como la crisis económica han ayudado a más personas a darse cuenta de ello, por muy contradictoria que pueda parecer esta idea.
Valorar las pequeñas cosas «Vivimos en un mundo materialista y, en muchas ocasiones, reina la creencia de que la felicidad es mayor cuanto más se tiene.
Sin embargo, la crisis ha ayudado a muchas personas a sentirse felices por tener un trabajo, pagar la hipoteca, poder irse de vacaciones..., algo que antes no valoraban de la misma manera.
Igualmente, se ha dado un paso al conceder mayor importancia "a lo pequeño", a valorar el presente: un paseo, una comida, una buena conversación...
Es decir, a dejarse llevar por lo que siento hoy y no tanto por el futuro.
El cerebro no entiende el futuro, le crea incertidumbre y le aterra, lo que paraliza el cuerpo y no nos deja vivir tranquilos el presente».
Esta experta apunta que nuestro cuerpo es capaz de tramitirnos señales de que somos felices, aunque no reparemos ni nos demos cuenta de ello.
Estas son algunas de ellas:
1.Eres fiel a ti mismo. Cuidas la relación que mantienes contigo. No sientes tensión.
2.Tus músculos faciales están relajados y sus movimientos son fluidos. Sonríes con autenticidad y tu mirada brilla.
3. Pones atención a tu cuerpo. Tu sistema inmunológico está determinado por tu actitud emocional. Confías y te quieres. Tu salud te lo agradece.
4. Tu mente permanece en silencio. Tienes la mente y el corazón en paz. Expresas acciones y pensamientos pacíficos.
5. Te sientes responsable de lo que piensas y sientes en cada momento. Atraes personas y fomentas situaciones positivas.
6. Aceptas las situaciones con serenidad. Eres capaz de pensar con claridad y tomas mejores decisiones.
7. Vives el presente. Disfrutas las cosas al instante. No te empeñas en cambiar el pasado. Ni siquiera el presente. Recuperas por tanto la paz y serenidad.
8. Tu respiración es lenta y completa y el corazón late más lento de lo normal. Sentimos lo que respiramos y respiramos lo que sentimos.
9. Tu cuerpo entero y tus músculos están relajados. El movimiento de tu cuerpo es suave y su posición abierta.
10. Te sientes responsable y protagonista de tu felicidad. Nadie puede enfadarte, distraerte o quitarte tu energía.
¿Cómo sentirse más felices?
Por último, Silvia Escribano hace una serie de recomendaciones para poder sentirse más felices:
-Pensar en el presente y dejar de angustiarse por las incentidumbres del futuro.
-Agradecer todas las cosas. Dar gracias por cada día que pasa y los pequeños momentos vividos.
-Centrarse en lo que se tiene y no en lo que hemos perdido en el pasado o en lo que no tenemos.
-Proliferar el buen humor.
-Intentar ir algo más despacio. Vamos a todo tan rápido en la vida que no nos da tiempo a pensar. La clave es tener, al menos, dos paradas al día para pensar cómo estamos, qué podemos hacer para mejorarlo. Al principio podemos programar estas paradas, pero con un poco de práctica lo haremos de forma instantánea.
-Olvidarnos del móvil siempre que podamos que, si lo pensamos, son muchas más veces de lo que imaginamos. Estamos acostumbrados al móvil y, en muchas ocasiones, es una simple excusa para no estar con nosotros mismos, evitar pensar y rehuir de nuestra soledad.
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