Odio el bullicio y el frenesí del hombre,
que me hizo y me hace cuanto daño puede;
libre del mundo deseo estar preso
con mi sombra por única compaña,
y ver en soledad el fuego de los astros,
mundos que sin cesar al Juicio avanzan.
Oh, llevadme a la oscuridad más aislada,
el lugar adorado, donde en sosiego pueda
contemplar las caléndulas más hermosas
y su verdor apretado que estalla en oro.
Adiós a la poesía y al deseo,
borradme del mundo, mas dejadme
la voz de una mujer, que con su melodía
regocije y se apiade del corazón.
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