Cada día, despego mis párpados por primera vez y lloro, con o sin lágrimas.
La luz me deslumbra, y me levanto de la cama abandonando mi posición fetal.
Cada mañana gateo hasta que aprendo a caminar, me dirijo a la ducha a lavar mis manos, mi cara y mi espíritu, a masticar los alimentos y los problemas.
Cada día tengo que aprender a sonreír.
Renazco inocente, así que durante el día debo aprender a tratar a la gente como alguien que perdió su inocencia, tengo que esforzarme en perder mi imaginación y mi ilusión por cada nuevo descubrimiento, intento disimular mis sueños imposibles, mis pataletas infantiles y mi amor unidireccional.
Tal vez por ello sufro tanto.
No pretendo que me entiendan, pero me sentiría mejor si supiese quién renace de la misma forma que yo, o por lo menos, supiese de dónde renazco...
Me resulta demasiado paradójico el hecho de nacer sólo y ser consciente de ello.
Posiblemente preferiría no saber que mañana renaceré de nuevo, porque renacer cada día, implica morir cada noche, y así estoy, escribiéndote éste epitafio mientras muero una noche más, esperando que algún día quieras renacer a mi lado.
Mañana será otro día.
Mañana será otra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario